Bridge y Humor: Las Ancianitas se están Convirtiendo en una Leyenda del bridge?

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Sarasota Journal – 23 Oct 1975 por Dan Howe

La columna de hoy contiene una de mis historias originalmente impresa en la revista The Bridge World de hace alguna docena de años. Cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es, por supuesto – bueno, ya saben:

Historia sobre Ancianitas del Columnista

Después de 19 años contando crónicas sobre las hazañas y debilidades de la gente en la mesa de bridge, estaba casi convencido de que los cuentos sobre las ancianitas bridgistas, eran un engaño legendario, y que se habían convertido en una raza ya desaparecida. No sólo las ancianitas se habían teñido el pelo gris y estaban tomando hormonas para planchar sus arrugas, tambien habían pasado por arriba sus dulces disposiciones. Y yo no creía en sus ineptitudes, ya fueran mentales o físicas. Una ancianita de 86-años de edad, que yo conocía, competía en concursos de baile, así como en torneos duplicados. Entre ronda y ronda de los torneos, practicaba el Watusi.

Pero en varias revistas de bridge que yo leía, aparecían las ancianitas, y yo nunca había renunciado a encontrármelas algún día – al igual que con el Abominable hombre de las nieves, que tiene sus partidarios acérrimos.

Una noche, hace poco, pensé que había encontrado una pareja, tal vez la última de esta especie casi extinta. Ellas flotaron hasta mi mesa en un aura de lavanda y encaje antiguo, parecían estar dándome una especie de reverencia desde el Viejo Mundo, a mi condición de escritor. Yo les sonreí gentilmente.

Se jugaban tres tablillas por rueda. Mi pareja y yo estábamos en Norte / Sur, y las mujeres sostenían las cartas de Este-Oeste. Esta fue la primera de las tablillas:

Oeste dador Este-Oeste vulnerableaaxx

Las damas expresaban sus ofertas en la subasta con murmullos apagados. Incluso parecían tener un aire de disculpa cuando compraban el contrato.

Contra los 3NT de Este, yo, con las cartas de Sur, salí con el K. Cuando gane la baza, continué con el jack. La declarante descarto un diamante alto del muerto, mi partner sobre-tomo con la dama y la declarante permitió que ganara la baza.

Mi partner rápidamente vio que podía pasar si continuaba jugando espadas; la declarante se vería forzada de ganar con su as pero también podría desbloquear el otro diamante alto del muerto en la misma baza. Así que sabiamente cambio al J.

Yo también era consciente de la trampa que mi pareja había evitado. Muy poco de ancianita la trampa… pensé. La expresión facial de la declarante era inmutable. Una dulce sonrisa se dibujaba en sus labios mientras estudiaba la mesa. La declarante tomo la J con el rey de muerto y volvió con el diez de corazon, que dejo correr hacia mí. Naturalmente, aflojé. No estaba con ganas de establecer una entrada a la mano cerrada. Entonces la declarante pidió jugar el as de corazones y un pequeño corazón, despejando el palo, y yo me encontré en mi mano con mi rey.

Volví rápidamente un pequeño trebol. La declarante puso el as de trebol del muerto y jugó un pequeño trebol, que mi pareja tomó con su diez. No tenía sentido que yo sobre tomara con la dama: hubiera establecido el 8 del muerto. Mi pareja, sin embargo, se vio obligado a salir jugando diamantes o espadas, dándole a la declarante el resto de las bazas y su contrato.

Una mano perfectamente jugada, pensé. Pero por estos días, todo el mundo puede jugar así incluso las ancianitas. Se necesita mucha defensa para separar los hombres de los niños – o, en este caso, a los hombres de las ancianitas.

«Podríamos haber hecho un Slam en diamantes, compañera,» le dijo una señora a la otra en voz baja, pero yo tuve la corazonada de que muy pocos lo habian jugado. Yo tenía razón, abriendo la planilla itinerante, nadie más hasta ahora había hecho game en Este-Oeste.

En la segunda tablilla, convencido de que la agresividad nos favorecería contra nuestras oponentes de  suaves modales, empujé a seis diamantes que ellas doblaron después de una trémula intervención en espadas. Ambos estábamos vulnerables.

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La señora a mi izquierda eligió como su salida el cinco de trebol. Gané la baza en el muerto y traté rápidamente de conseguir al menos un descarte de corazón en los otros tréboles altos. Si cualquier oponente llegara a fallar, esperaba que fuera con el pequeño diamante y así darme la oportunidad de «colisionar» el as con el rey de triunfos posteriormente. Pero la señora a mi derecha fallo en la segunda ronda de trebol, no  con su ocho, sino que lo hizo con su as. Descarté un corazón, y eso no me sirvió de nada. Sólo tenía una perdedora de corazón con los corazones 3-3.

Finalmente, me fui dos abajo anotando -500 puntos. Nadie había anotado más puntos en E/O. Muy de ancianitas, pensé nuevamente, primero obligarme a un sacrificio fantasma y segundo mandarme mas de una abajo. Pero lo atribuí a la mera casualidad. Había una tablilla más que jugar, en ella tal vez las damas iban por fin a cumplir con sus roles prototípicos:

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Aquí, mi pareja y yo llegamos al mas cómodo de los contratos – cuatro diamantes. Está bien, miren las manos si no me creen! Es inmejorable. La señora a mi izquierda salio con el K y el A y luego, después de acariciarse su empolvada mejilla delicadamente con un dedo, siguió con un tercer trebol. «Buen intento para un uppercut, querida», me dije a mí mismo «, pero esta vez tengo demasiado en triunfo.» Yo falle con el dos del muerto, feliz de que Este desperdiciara un pequeño diamante. (Yo sabía que Este tenía el as, por cierto, ya que Oeste había hecho una preventiva en trebol.) ¿Y qué cree usted que hizo Este? Ella fallo el tercer trebol con su as de diamantes!

Poco después tuve que perder una segunda baza de triunfo con la dama y me fui una abajo para nuestra tercera mala tablilla seguida.

«¿Por qué jugó su as de diamantes en ese tercer trebol?» Le pregunté a la señora a mi derecha lastimeramente.

Ella se rió y respondió: «Supongo que cuando matamos un contrato, nos gusta matarlo bien muerto. Somos unos demonios, ¿no?»

Sus ojos brillaban con picardía y la piel satinada alrededor de ellos se arrugó con un regocijo diabólico. Yo había tenido una, eh, una experiencia…tres experiencias traumáticas, y créanme – lo sé con certeza ahora – las ancianitas no son apariciones fantasmagóricas.