Bridge y Humor: Un Estudio Rápido en los Porqués de un Kibitzer

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The Evening Independent – 28 Nov 1947

¿Por qué observa el kibitzer? No conteste. La cuestión no es más que una manera de comenzar esta columna. Los libros de chistes definen a un kibitzer como un hombre con un complejo de inferioridad. Él reside generalmente por encima de su hombro izquierdo como la vieja criada que lee: Forever Amber, él obtiene su diversión sin tomar ningún riesgo.

Él es hermano de sangre del enano de circo que mete la nariz en los asuntos de otras personas. Dos mil años atrás, a los mirones = kibitzers se los llamaba Furias, Parcas, o a veces El Coro. Los vi el año pasado en la producción de Edipo. Estos mirones en togas seguían a Laurence Olivier por todos lados al que festejaban cada vez que estornudaba o movía su elegante meñique. Al final de la obra de teatro, Olivier descubrió que él estaba casado con su propia madre. Horrorizado, se cegaba a sí mismo. No sé si Sófocles tuvo esa intención, pero dejé el teatro sintiendo que sus kibitzers clásicos habían sido los responsables del primer complejo de Edipo.

En el estudio de esta forma de vida de insecto, hay que aprender a distinguir entre los kibitzers y los superintendentes de acera. Un superintendente de acera relojea una cuadrilla de hombres cavando un agujero en el suelo y está satisfecho. Un kibitzer le dice hola con su mano a la gente desde atrás de la grúa y aconseja «Un poco a la derecha, amigo. Bájela ahora.»

Hay muchas variedades de kibitzers, pero hay un acuerdo generalizado en que el más mortal de la especie es el kibitzer silencioso. Una mañana, un par de jugadores de ajedrez, fue al Central Park y se sentó en el césped para jugar. Unos minutos más tarde, un kibitzer silencioso se acercó y se sentó junto a ellos para mirar. Los jugadores eran del tipo que reflexionan un movimiento por una media hora, extienden la mano con una pieza, y luego la vuelven hacia atrás, para no ser demasiado apresurados.

Durante varias horas de esto, el kibitzer observaba pacientemente. Entonces uno de los jugadores hizo un movimiento poco ortodoxo y comenzaron a pelearse.

«Voy a decir una cosa,» dijo el jugador No. 1. «Vamos a pedir al forastero su opinión objetiva.»

«Lo siento», dijo el kibitzer, «pero yo ni siquiera sé qué juego están jugando.»

«Esto no lo entiendo», dijo el jugador No. 2. «¿De dónde saca la paciencia para sentarse aquí todo el día cuando no sabe lo que está pasando?»

«Usted lo entendería», suspiró el kibitzer, «Si conociera a mi esposa.»bridger cartoon y

Para estudiar el kibitzer en su hábitat natural, hay que ir a un juego de póquer. Allí se lo puede observar en su estado salvaje. Hay una historia en torno a los coffee houses (señales…muecas): un jugador de cartas cansado del acoso, se puso una trampa para ratones en el hombro. Un kitbitzer se inclinó demasiado y se le cerro la trampa en la nariz…por meterse en los asuntos de los otros.

Otros métodos altamente recomendados incluyen puertas trampa, puertas de hierro, y métodos de tortura china…pero rara vez funcionan, como lo prueba la historia de mi kibitzer favorito. Un grupo de jugadores de cartas decidió deshacerse de un especimen particularmente pestilente. Mientras que el kibitzer estaba respondiendo a una llamada telefónica, los chicos diseñaron un juego para confundirlo. Cuando el kibitzer volvió y tomó posesión de su puesto de entrenador, comenzaron a jugar. El dador dio nueve cartas a cada jugador en vez de las cinco. Cada hombre tomó una de las cartas, la rasgó por la mitad, y le entregó un pedazo al hombre a su izquierda.

«Que juegan?». Pregunto el kibitzer. «Spraff,» dijo el dador. «Es una adaptación del Sprill. Los 4, 9, y los jacks con un solo ojo son jockers, a no ser que tenga un Flecker, en cuyo caso cuentan doble.»

«Oh,» dijo el kibitzer. El primer jugador estudió su mano. «Tengo un Google», dijo. «Apuesto cincuenta dólares.»

«No me asusta», dijo el segundo jugador. «Tengo un Guggle. Subo a cien.

«El tercer jugador dijo: «Esto es un juego de niños. Tengo una Giggle y subo a doscientos.»

El kibitzer se llevó ambas manos a las mejillas, en un gesto de sorpresa. Luego metió la nariz en la oreja del tercer hombre y le dijo casi imperceptiblemente:

«¿Estás loco? Contra un Google y Guggle, ¿cómo se puede entrar y apostar con una porquería de Giggle?»