Bridge y Humor: Gran Juego de Golf y el Experto de Bridge

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The Tuscaloosa News – 4 Feb 1949 por JOHN WHEELERculbertson

El doctor dice que necesito más ejercicio, así que voy a jugar al golf», comentó Ely Culbertson, el gran experto de bridge.

«¿Alguna vez jugaste al golf?» le preguntó alguien. «No», respondió, «pero una vez practiqué durante dos horas hace cinco años.»Grantland Rice

«La ocasión era una cena, previa a un match de bridge desafío, y tres o cuatro kibitzers se habían acercado o porque tenían hambre o pensaban que podían obtener una lección gratuita. Entre el elenco de personajes estaban Hal Sims, otro crack del bridge, Grantland Rice, un joven tratando de entrar como periodista deportivo, el jefe de una gran empresa que en realidad era demasiado rico para asociarse con nosotros, y Merlin H. Aylesworth, entonces presidente de la National Broadcasting Company, ampliamente conocido como Deac, aunque cualquier parecido a un diácono era pura coincidencia, y yo era el anfitrión.

«Apuesto $200 que Cully no puede hacer menos de 180 golpes,» anunció el magnate petrolero. El marcador era para dieciocho hoyos, por supuesto.

Los señores Rice, Sims, y yo aceptamos la proposición con presteza.

Culbertson, que en ese momento parecía tener la impresión que todos los partidos de golf se jugaban por $ 200, se volvió hacia Aylesworth y dijo:

«Si usted me da dos golpes por hoyo. Apuesto $ 200 a que puedo vencerlo.»

«¿Qué opinas al respecto?» Me preguntó, Deac.

«Si él no está mintiendo, creo que puedes vencerlo.» Le contesté.

Después de mi consejo él aceptó la apuesta.

Merlin H. Aylesworth

A modo de explicación. Aylesworth, está lejos de ser el mejor golfista del mundo, 114  seria una buena puntuación por él, y él puede no ser peor jugador de bridge, pero lo era comparado con el campeón se presente. Parecía un partido prometedor.

El magnate elevó la voz, «Apuesto $ 200 que puedo vencer a Cully, dandole dos golpes de ventaja por hoyo.»

Rice, Sims y Wheeler aceptamos la apuesta, el juego se organizó para el día siguiente en Oakland. Se suponía que iba a ser estrictamente privado, pero, cuando llegamos a la club house, había un fotógrafo de The Associated Press, y la AP no es un gran ejemplo para mantener un secreto…ese no es exactamente su negocio. Hubo una sospecha entre los más cínicos de los presentes: Culbertson había avisado a alguien.

Aylesworth y yo acercamos a Culbertson al campo de juego, y, como yo de algún modo estaba como el co-manager de Deac, miré la costosa vestimenta del adversario para encontrar alguna pista. Llevaba pantalones bombacha, y zapatos ingleses muy suaves, pero no tenia sus herramientas.

¿Dónde están tus palos? «, le pregunté.

«No tengo ninguno», dijo.

Hal Sims; playing in a Coke AddEsto pareció presentar un problema hasta que su principal patrocinador le compró una bolsa de palos profesionales de golf nueva de mas de $ 100. Después de algunos preliminares, estábamos listos para iniciar y Grantland Rice había sido aceptado como el árbitro. El primer hoyo era un par cinco, y Aylesworth dió un bonito golpe de alrededor de 160 yardas directo en el rough.

Culbertson puso la pelota en el tee y con un ojo en el fotógrafo, pegó cinco veces. Su manager nos dijo que se trataban de tiros de práctica, pero yo dije que nadie lo había aclarado cuando hizo su swing de práctica. Rice, con miedo que el partido podía terminar ahí mismo, perdiendo tanto a Cully como a sus seguidores, dictaminó que tres de los golpes contaban como precalentamientos y dos como genuinos.

Mi hombre se comportó como un campeón y ganó el primer hoyo con 15 golpes contra los 27 de Culbertson. Sin embargo, mientras estaba en el rough, Deac habia hecho patear la pelota un poco, lo que provocó una amonestación y una sugestión de Sims, en un lenguaje fuerte que no se puede repetir aquí.

Dijo algo como esto, «No hagas eso, idiota. Puedes vencer a este tipo sin hacer trampa.» El partido nunca estuvo peleado y al final de nueve hoyos, Culbertson estaba siete abajo, con 128 golpes, según el recuento oficial. Sus manos estaban cubiertas de ampollas, y estaba tan dolorido que apenas podía levantar un palo de golf y mucho menos hacer un swing. Aunque sus medias se habían bajado alrededor de la parte superior de los zapatos, él estaba demasiado cansado para tirarlas para arriba.

Para hacerla corta, tanto Culbertson como el magnate petrolero tiraron la toalla y todos recogieron su dinero. Nadie demandó un test de saliva para ver si alguien estaba dopado.

Unos días más tarde me encontré con el experto de bridge, y comencé a charlar amistosamente con él.

«Es una lástima que no lo hayas hecho mejor, quizas la próxima vez», le dije alentadoramente.

«No va a haber ningún próxima vez», respondió con firmeza. «No me fue tan mal;  le vendí los palos de golf a Sims por $ 15.