Sam el vendedor era un soltero feliz en sus 40s y un jugador medio de bridge duplicado. En los nacionales de verano en Chicago en 1965, Sam y su compañero entraron en un torneo de parejas de un día de duración, de dos sesiones. A mediados de la tarde, una morena atractiva de alrededor de treinta años entró en la sala de juego en el Palmer House. Ella le dijo a un director que acababa de aprender a jugar al bridge y quería ver como se jugaba un torneo. «Tome una silla», le dijo el director. «Observe la persona que quiera.»
Sam podia no ser un experto, pero tenía todos los gestos de uno: fruncía el ceño, modales cortos con los oponentes, etc. Esto puede explicar por qué la joven se sintió atraída por su mesa como única kibitzer. Desde el momento en que ella se sentó las cosas fueron 100 por ciento perfectas para Sam. Los oponentes declaraban demasiado alto y eran asesinados en el juego de las cartas. Mientras tanto, Sam comenzó a declarar de forma conservadora, provocando que su pareja se mantuviera fuera de dos games que a pesar de la cuenta de puntos, habrían sido destrozados por la mala distribución. Cuando se contaron los resultados de la primera sesión, Sam y su socio estaban liderando el campo. Sam se daba cuenta cuando aparecía un amuleto de buena suerte, asi que detuvo rápidamente a la morena cuando ella se estaba yendo y le rogó que lo siguiera en la mesa también en la sesión de la noche.
Lo adivinaron. La suerte continuó. Si el lado de Sam declaraba un slam, siempre se cumplia. Si los oponentes declaraban, se iban a abajo. Él y su compañero ganaron el torneo con facilidad. ¡Éxtasis! Fue el momento más grande en la carrera de bridge de Sam. Él agarró a la chica del brazo e insistió en invitarla a cenar. Tuvieron una comida maravillosa ademas de un par de copas de más. Envalentonado por la victoria y envalentonado por el alcohol, Sam bajó la guardia de toda la vida. «¿Te casarias conmigo?» le espetó.
La morena, encantada por los acontecimientos del día y animada por un horóscopo favorable para ese día, estuvo de acuerdo casi de forma automática. «Sólo una cosa te pido,» continuó Sam. «¿Podemos tener nuestra luna de miel en el Palmer House? Este día ha significado mucho para mí.» «Por supuesto, Sam, te comprendo» dijo. Tres semanas más tarde se casaron por la tarde y esa misma noche se alojaron en la suite de la luna miel del Palmer House.
Esta era la escena: Sam sentado en el borde de la cama en ropa interior, fumaba su pipa favorita, y miraba pensativamente hacia el espacio. Desde el cuarto de baño surgió la novia, traje de salto de cama azul pálido y un collar de perlas. «Sam,» arrulló, «¿qué estás pensando?» «Bueno, ¿recuerdas la tablilla 27, donde el muerto tenia cuatro espadas a la dama, tres pequeños corazones, as-doubleton de diamantes, y cuatro tréboles al rey?»
Silencio. Con una mirada extraña, la novia cambio su actitud, regresó al cuarto de baño, se vistio, y con la misma rapidez con la que había aceptado el matrimonio, ahora lo rechazó. «Escucharás a mi abogado.» dijo, recogiendo su equipaje y se fue. Sam nunca volvió a verla.
La escena ahora se traslada a una taberna en Minneapolis tres años más tarde. Sam se sentado en el extremo de la barra cuando apareció Phil, uno de sus antiguos compañeros de bridge en Chicago. Sam, dijo Phil. » Me dijeron que habías dejado la ciudad, pero nadie me dijo que habías vuelto. La última vez que te vi fue cuando ganaste ese evento en los nacionales. ¿Qué estás haciendo ahora?»
«Estoy trabajando aquí.» dijo Sam. Entonces decidió contarle a Phil toda la historia sobre la morena. No escatimó detalles en relacionar la euforia de ganar, la unión rápida, y finalmente la escena en la habitación de hotel. «Así que ahí estaba.» dijo con tristeza, «sentado en la cama y ella sale muy seductora, y por costumbre balbucee: ‘¿Recuerdas la tablilla 27, donde el muerto tenia cuatro espadas a la dama, tres pequeños corazones, as-doubleton de diamantes, y cuatro tréboles al rey?… Adivina qué? Ella sólo se dirigió al baño, se cambio y se fue. Me demandó por el divorcio y nunca mas la vi.
Ahora te pregunto. Phil, por favor dime la verdad. En el nombre de Dios, que fue lo que hice mal? »
«No sé», respondió con entusiasmo Phil. «No me has dado el resto de la mano.»