The Milwaukee Journal – Apr 8, 1970
Una cosa que el experto de bridge debe tener es una fantástica concentración. En el libro «The Fireside Book of Cards«, editado por Oswald Jacoby y Albert Morehead, se narra la historia de Maxim Litvinoff, estadista soviético, que estaba jugando bridge una noche en junio de 1941.
«Acababa de declarar un grand slam y el muerto estaba a punto de tenderse cuando sonó el teléfono.» Litvinoff recordó más tarde. Era desde Moscú. Alemania había invadido Rusia. La presencia de Litvinoff era necesaria en Moscú de inmediato.
«Corrí escaleras arriba, y empaqué una bolsa«
«Pero, ¿cómo finalizo el grand slam?» se le preguntó.
«Nunca lo he averiguado«, respondió Litvinoff.
«Maxim Minchnovitch«, dijo uno de sus oyentes, «usted nunca será un jugador de bridge.»
Sería interesante especular qué habría sucedido si el compañero frecuente de Vanderbilt, Waldemar Von Zedtwitz, hubiera estado en el lugar de Litvinoff en la mesa de juego.
Von Zedtwitz, cuenta la historia, una vez estaba jugando con Vanderblit un torneo muy importante en el Ritz–Carlton Hotel de Nueva York. Estaba reflexionando una respuesta a la voz de tres espadas de Vanderbilt cuando un camarero que pasaba tropezó y derramó toda una jarra de agua helada sobre los hombros de Von Zedtwitz.
La interrupcion en su línea de pensamiento fue casi imperceptible, Von Zedtwitz restó importancia a los cubos de hielo y dijo: «¡No haga eso de nuevo, no me gusta -cuatro diamantes.«