Foto: Adolfo Madala (Padre)
Conocí a Gabino Cintra a fines de los 60, cuando Brasil dio esa generación dorada, ganadora de todo lo que uno pudiera imaginar.
Todos eran especiales, cada uno con su características propias. Gabino tenía una personalidad deslumbrante, sobre todo para mis jóvenes años de aquella época. Es que no sólo era un brillante jugador, sino que era culto, refinado, tocaba la guitarra, cantaba y bailaba con ese algo indescriptible que tienen los brasileños para los que no lo somos.
Tenía una inteligencia superior, con un fino manejo de la ironía y un incomparable sentido del humor. Serán por siempre inolvidables esos momentos durante las interminables trasnochadas en los campeonatos sudamericanos, donde, atrincherado tras sus gruesos lentes, hacía alguna afirmación sorprendente, y una vez que veía que estábamos casi convencidos de su veracidad, dejaba salir su risa ronca, nos había tomado el pelo una vez más.
En el campeonato sudamericano del 2000, en Buenos Aires, yo estaba a cargo de los comentarios del vu-graph. Se estaba jugando la semifinal cuando Gabino se acerca y me dice: “Madala, yo esta mano la jugué en Beijing, 1995”.
Creyendo que me estaba haciendo una de sus bromas le respondí: “Y yo en Tokio, 1996”. “Usted no me cree pero le juro que, por más extraño que parezca, es así”, dijo riéndose. Un rato después se descubrió que efectivamente el programa de la computadora había tirado un set completo que ya había sido jugado en Beijing en aquella ocasión.
Mientras nadie salía de su asombro me acerqué a Gabino. Me recibió diciendo: “Vio Madala, no me creía”, a lo que repuse: “la verdad que no, pero ahora quiero felicitarlo por su memoria,
¿ Cómo estaba tan seguro de que era la misma mano?, ¿ No podría haber sido otra muy parecida?”.
Me miró con una sonrisa aflorando a sus labios. “Hay un detalle que ayudó a mi memoria: En esa mano yo había jugado dos diamantes redoblados con dos overtricks contra Italia».
Hasta el último día de mi vida me voy a acordar quién tenía cada una de las cartas, hasta las más pequeñas, jajajaja”
Talentoso, humilde, buen amigo, brillante, generoso…
Como hizo Peixoto termino los adjetivos con puntos suspensivos, porque son interminables, cada uno agregue los que considere oportunos, siempre serán pocos.
Hasta más ver Gabino, fue un regalo de Dios conocerte.